¡Hola! Por fin he podido subir mi capítulo 1 ( :') ) (menos mal, la verdad, aunque todavía no hemos solucionado el problema con internet). Deciros que cuando me metí y vi que tenía 61 visitas me quedé con la boca abierta (
literalmente) y me alegró mucho. Tambien debo comunicaros que esto de los gadgets lo esoty empezando a controlar y que dentro de poco tendremos un chat (
¡vítores de exclamación!). Y gracias a esas 3 personitas que han comentado (estaré eternamente agradecida) porque ellas hacen que me motive a subir capítulos. No es muy largo, pero me ha costado mucho (
mucho mucho mucho) escribirlo.
También daros una advertencia: Los primeros capítulos son descorcentantes (
esa es mi idea) y dejan muchas dudas (
esa es mi otra idea) y se irán resolviendo a lo largo de la historia. Aviso también que no voy a dar pistas de nada. ¡Bueno, ya os dejo, que seguro tendréis ganas de leer mi capítulo! (
Se que algunos habrán leído la descripción al final de leer el capítulo, que os conozco)
P.D: Lo del paréntesis tachado lo he cogido de Libros de mi mente, un blog de mi nueva amiga Doona, que tenéis que leer (Of course!)
¡Espero que os encante y no os olvidéis de comentar!:
Tengo que llegar, tengo que decírselo.
Ando, aunque casi no puedo. Intento mantenerme de pie pero hace mucho
frío. Tal vez demasiado. Empieza a nevar, y aunque llevo jersey,
este está medio roto y mi bufanda no se merece ni ser llamada
pañuelo. Aunque mejor esto que nada, esa chica del distrito 6 me
ayudó mucho. Veo una luz a lo lejos, aunque ya no distingo lo real
de lo imaginario. Lo último que recuerdo es que sentía que no podía
más y que me caía. Quedé inconsciente soñando que volvía a mi
casa, aunque sabía que ya no podría volver a ella.
Me despierto. Ese sitio no me suena,
pero resulta ser una habitación muy acogedora. Está pintada de
amarillo pastel y hay una chimenea, que luego resultó ser una
estufita eléctrica. Una silla de madera con el cojín blanco, que
iba a juego con la cama en la que me encontraba. Me duele mucho la
cabeza y no me acuerdo de nada. De repente la puerta se abre y entra
un joven. No lo conozco de nada y lo único que se me ocurre es
hacerme la dormida. Creo que no se ha dado cuenta de que estoy
despierta. Entra y se sienta en la silla que está al lado de la
cama:
-Que suerte tuviste de que te
encontrase, -Dice con su dulce voz- podrías haber muerto congelada
en la calle -empieza a acariciarme la cabeza. Noto que su mano está
muy fría pero me agrada.-
-¡Venga Gale! ¡A cenar! -Suena la voz
de una anciana que me suena de algo- ¡Déjala ya, necesitará
dormir!
-Me voy ya. Espero que despiertes
dentro de poco.
Y se fue. Vuelvo a abrir los ojos y veo
como va cerrando la puerta. Es alto y es rubio. Es lo único que
puedo ver. Por cómo me ha hablado y me ha tratado seguro que no
tiene ninguna mala intención contra mí. La verdad es que por
primera vez desde hace mucho tiempo me dicen una palabra amable. Y
eso me resulta extraño, pero alegre. En ese instante decido
levantarme.
Me levanto e intento andar algo aunque
me tiemblen las piernas. ¿Cuánto tiempo he estado sin andar? No
tengo ni idea. Noto como las piernas se van acostumbrando a soportar
mi peso, si no pienso en nada más que andar no me caigo, aunque creo
que mi peso no es mucho, porque por lo que veo estoy muy delgada.
Demasiado delgada. Justo en ese mismo instante me doy cuenta del
hambre que tengo, del mareo y del dolor de cabeza y me vuelvo a caer,
pero esta vez no quedo insconsciente (podría haberlo quedado, porque
el golpe que me he dado en la cabeza no fue muy agradable). Pero como
no me puedo levantar tan solo se me ocurre sollozar, cerrar los ojos
y agarrarme la cabeza para intentar olvidar el dolor. De repente
escucho cómo se abre la puerta y pasos corriendo hacia a mi. Me
cogió (no sin antes haber dicho un par de palabras que no creo que
deban de aparecer en un diario) y me metió en la cama. Intentó
hablar conmigo, pero no tengo ganas de hablar, así que me limito a
ignorarle.
Cuando se me pasa el dolor de cabeza,
abro los ojos y me incorporo. Lo miro y le intento decir algo, pero
no puedo. Creo que se ha quedado dormido y no puedo evitar sonreír.
¿Le despierto o no? Me limito a mirarle y no puedo evitar sonreír,
otra vez. Tiene la cara hecha un asco (normal, se ha dormido apoyado
en su mano, sentado en la silla que está a los pies de la cama.
Decido despertarle con una caricia en el brazo, cosa que no funciona.
Decido hablarle:
-Hola - Le digo dulcemente - Despiertaa
-Aiiins. ¡¡Ah!! ¡Ya te has
despertado! - Y se pone de pie de un salto -
- Sí, y por lo visto tú tambien. - Le
sonrío, me sonríe -
-Llevo aquí toda la noche desde que
intentaste levantarte sola. ¡Haberme llamado!!
-¡Pero si no se ni como te llamas!
- Ups, perdón. Me llamo Gale, ¿Y tú?
- Yo... me llamo... ¡No me acuerdo!
¿Cómo me llamo? - Pongo cara de preocupación - ¡¡No me acuerdo
como me llamo!! No me lo puedo creer... - Me llevo las manos a la
cabeza -
- Bueno, no te preocupes.
Tranquilízate. Seguro que te acuerdas. Solo tienes que concentrarte.
Respira. - Me dice amablemente -
- Puff. ¡Sí! No. Nonononono ¡Noo! -
Me pongo triste, cada vez me preocupo más - No me acuerdo de nada.
Tan solo de que tenía frío y después me caí.
- ¡Ahí fue cuando te encontré! Te ví
andando hacia casa de mis abuelos y te caíste. Ahora estás aquí en
su casa.
- ¿Fuiste tú el que me salvaste? -
Asiente - ¡Gracias! - Y no puedo evitar saltar de la cama y
abrazarle - Gracias de verdad. - Le digo suavemente al oído. Es la
única persona que conozco, aunque solo de los cinco minutos que
llevamos hablando, pero me siento segura a su lado. Y le abrazo más
fuerte. Me separo algo de él pero sin soltarle ni un segundo. - Me
has salvado la vida. - Y nos miramos fijamente, le sonrío y me
sonríe. En ese mismo instante me empiezan a sonar las tripas.
-¡Uy!
- Creo que deberías comer algo. ¿Vamos
a la cocina y te lo preparo?
- ¡Vale!
Y apoyada en él nos dirigimos hacia la
cocina.