Me siento en una de las sillas mientras
me prepara un bocadillo. No es gran cosa, pero como he estado
inconsciente 8 días tengo el estómago como una pelota de ping-pong.
Por lo que me ha contado, me recogió justo después de desmayarme.
Me llevó corriendo a casa de sus abuelos y allí llamaron a un
aerodeslizador-médico, que vino a recogerme. Estuve en el hospital 5
días, en los que me mantuvieron enchufada a una máquina que me
salvó la vida. Después de ese tiempo, me llevaron a casa de sus
abuelos y me dejaron allí. Se suponía que dentro de una semana
tendría que volver al hospital, donde me volverían a enchufar a la
máquina. Pero como me he despertado, no tendran que volver a
enchufarme.
- ¡Aquí tienes!
- Gracias. - Lo saboreo lentamente -
¡Hum! Está muy bueno.
- Pues la verdad es que no soy muy bien
cocinero, pero los bocadillos se me dan bien.
- Ya lo había notado.
- ¿El qué, que no soy buen cocinero?
- me mira con algo de enfado, pero probablemente fingida-
- ¡No! He notado que se te da bien
hacer bocadillos. Aunque por otra parte... - en ese instante me mira
con la cara más graciosa del mundo (las cejas bajadas, la cabeza
echada para atrás, y la nariz y la boca arrugadas) mostrando
indignación - ¡Era broma! No te preocupes, que todavía no he
comprobado tu cocina. Espero poder hacerlo pronto. - y le miro,
curiosa. Mientras me contó mi historia me di cuenta de lo simpático
y alegre que era. Creo que nunca había conocido a nadie como él,
cosa difícil de saber si había perdido la memoria.
- No se, no se. Si opinas así de mi
cocina... Oye, ¿qué te pasa?
- ¿Eh? Ah, vale perdona. Me había
embobado pensando en mis cosas.
- No le des más vueltas. Te lo
recomiendo.
- Gracias por intentar ayudarme. Por lo
que me has contado, he estado 8 días insconsciente, ¿verdad?
- Sí, sí es verdad.
- ¿Y me han duchado alguna vez? Porque
no huelo mal, o eso creo. -pregunto bastante intrigada. Pero como se
quedó callado me temí lo peor - ¿¡No me habrás duchado tú, no!?
- ¡No! No te duché yo, pero mi abuela
te limpiaba todos los días con una esponja y algo de jabón.
- ¿Y porqué te has quedado callado y
te has puesto rojo?
- Porque...
porque...pornadapornadanopasanadaenserio
-¿Porque qué? Creo que no me he
enterado bien. - Estaba con un tono interrogatorio que él no
merecía, pero la curiosidad me mataba - Bueno, si no me lo quieres
decir, vale. - Este tono de reproche siempre funciona. y como ocurre
casi siempre, tengo razón -
-Porque ella te lababa con la esponja
todo lo que yo no debería ver. Lo demás lo hacía yo... pero
estabas en ropa interior... - En ese instante fue mi turno de ponerme
roja. Pero una cosa que había heredado de mis padres es que las
respuestas-automáticas-que-te-dejan-callado-para-siempre -
- Pues espero que me hayas duchado
bien, aunque ahora lo comprobaré. Si me has visto casi desnuda lo
deberías de haber hecho bien. - Y sí, lo dejé callado - ¿Me
podrías decir dónde puedo conseguir ropa limpia y una ducha para
darme un baño?
-Sí, claro. Te daré alguna ropa de mi
prima, hay veces que viene a vernos y tenemos dos o tres mudas por
aquí. ¡Anda mira - se giró y me miró - una cosa buena de que mi
prima venga!
- ¿Tan mala es?
- Tu no lo sabes bien. Aunque dentro de
poco vendrá y tendrás el “placer” de conocerla.
- Bueno ya veremos.
Lo observo detenidamente mientras sube
las escaleras. Cuando lo vi por primera vez no me di cuenta de muchos
detalles, como que tiene los ojos grandes y abiertos por la alegría
y la curiosidad. Entre sus cejas rubias como su pelo se forman
arruguitas de preocupación cada vez que me ve mal. Probablemente
cada vez que vea a alguien o a algo mal se le formen. Tiene los
brazos y el tronco fuerte. Y ahora que lo veo subir las escaleras,
veo que tiene un cuerpo bastante atlético. Tambien me he dado cuenta
de que el azul marino le sienta bien, con su piel morenita le
resalta. Está un rato arriba y luego baja.
- ¡Toma! El baño está por allí. -
Me dió unos pantalones blancos y una camiseta azul marino con un
jersey hasta las rodillas del mismo tono. unos calcetines grises y
una camiseta interior blanca. Por último, justo encima, unas
braguitas rosas con corazones rojos. Lo miré y no pude resistir la
tentación de decirlo. - Creo que no me hace mucha gracia que sepas
cómo son mis braguitas, pero bueno, te lo perdonaré, pero solo por
esta vez. - Me dirigí hacia la puerta que él me señaló sin
molestarme en mirar lo rojo que estaba.
Entré y lo único que pude hacer al
mirarme en el espejo fue soltar un chillido ahogado que me salió del
corazón. Y solo pude sacar una conclusión:
Esa no era yo.
Wow!
ResponderEliminar¡Gracias! (Otra vez) :)
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